Este es el inicio de una serie de posts relacionados con nuestra experiencia al cambiar de Windows a Ubuntu. Por alguna razón, en ocasiones anteriores había intentado cambiar a Linux pero regresaba a Windows. Considero que el mejor sistema operativo es aquél que te permite realizar y concentrarte en tus tareas de una forma eficiente. Sin embargo, siempre es bueno experimentar nuevas herramientas. Por ello, al inicio del año decidimos intentar nuevamente cambiar a un sistema Linux, en particular a Ubuntu.
Durante esta serie de posts platicaremos de los pasos que seguimos, de problemas que encontramos y las cosas que nos gustaron y las que no. Nuestro objetivo era tener los dos sistemas operativos en una sola computadora.
Como ya se habrán percatado, la computadora inicialmente tenía Windows. El disco duro tenía espacio suficiente para poder albergar los dos sistemas operativos. Seguimos un tutorial para tratar de reducir la unidad C en Windows y poder crear particiones para instalar Ubuntu, pero no tuvimos éxito: desinstalamos software no usado, borramos puntos de restauración, deshabilitamos hibernación y ejecutamos 3 defragmentadores. Así que, como mencionan muchos posts y tutoriales, es mejor iniciar con una instalación de cero.
Primero que nada, asegúrate de tener el tiempo suficiente, ya que si algo no funciona la primera vez, seguramente tendrás que investigar un poco en foros y posts (si estás en exámenes finales quizá no sea un buen momento). El primer paso fue respaldar todos los datos importantes, hacer una lista de las aplicaciones usadas y muy importante, si no cuentas con un CD de drivers (video, audio, red, ...) asegúrate de conseguirlos y quemarlos en un CD. Después bajamos la versión más actual de Ubuntu (10.10 en nuestro caso), te recomendamos crear tanto un CD como un USB de arranque.
Con todas las herramientas en mano y los datos respaldados, reiniciamos la computadora con el USB de arranque insertado. Entramos a Ubuntu directamente desde el USB y ejecutamos GParted que se encuentra en el menú System > Administration, con esta aplicación creamos las particiones para instalar tanto Windows como Ubuntu. La estructura que tenemos es una partición para Windows (decidimos dejar intactas las particiones usadas para restaurar el sistema a su estado original de fábrica), una serie de particiones para instalar Ubuntu (root, swap, home), dejamos un espacio sin reservar en caso de que queramos experimentar con otra versión de Linux, y por último una partición para datos que podamos ver y acceder desde cualquiera de los sistemas operativos. La siguiente imagen muestra la configuración.
En este punto ya no había vuelta atrás, así que reiniciamos la computadora para instalar primero Windows y al final instalamos también drivers de video y red. Después procedimos a instalar Ubuntu, el único paso especial fue especificar manualmente las particiones (/, swap y /home), ya que las habíamos creado anteriormente.
Todo parecía marchar adecuadamente, excepto porque la tarjeta de red inalámbrica no fue configurada automáticamente y la tarjeta de red alámbrica no funcionaba en nuestra computadora, así que no teníamos forma inmediata de descargar drivers para la tarjeta. Afortunadamente encontramos los siguientes posts (post 1 y post 2) que indican que podemos instalar bcmwl-kernel-source directamente desde el CD de arranque (por ello recomendamos crear tanto el CD como el USB de arranque), lo cual resolvió el problema de la tarjeta de red.
Con ello llegamos al punto de decidir qué aplicaciones usar, en el siguiente post continuaremos con este tópico.